Mi experiencia como mujer; cruda, mágica y dolorosa

Mi experiencia como mujer; cruda, mágica y dolorosa

Por: María Paula Rueda

Muchos cuentos hemos escuchado sobre la decepción que sentían las familias en la antigüedad cuando una mujer daba a luz a una niña. Era como parir a una ciudadana de segunda categoría. No podría heredar el trono, no podría ir a la guerra, no podría cazar, no podría pelear ni defender a la sociedad y, si además resultaba estéril, no sería útil siquiera para perpetuar la especie. 

No soy historiadora y desconozco muchos episodios de la historia de la humanidad que dan cuenta de las brutalidades que se han cometido en contra de las mujeres. No por ello soy menos idónea para hablar del dolor que hemos sentido las mujeres al ser tocadas por las agresiones activas y pasivas del machismo. Tampoco soy feminista militante pero definitivamente soy feminista. Creo que todas las congéneres que no aceptamos ni queremos replicar las conductas automáticas e inconscientes del machismo ejercido por hombres o mujeres, llevamos la semilla del feminismo dentro. Esa semilla que pide ser miradas y tratadas con igualdad, respeto, amor, consideración y valor. 

Cuando escribo esto me doy cuenta cuánto me indigna que algunas personas asocien la esencia del feminismo con agresión o intolerancia cuando lo que ha buscado precisamente es detenerlas. Tener la valentía de pensar diferente y alzar esa voz para poder habitar el planeta desde un status diferente, le ha costado la vida a muchas mujeres y la exclusión a muchas otras. 

No podría hablar de manera ligera sobre este tema aunque no soy experta en temas de género. No obstante, puedo hablar desde la experiencia que me dan 40 años siendo mujer y viviendo en carne propia todo lo que esto implica. Podría considerar que tengo maestría en la práctica de ser mujer. Es desde ese conocimiento que escribo estas líneas. 

Muchos adjetivos podrían citarse para hablar de la experiencia de ser mujer pero quisiera centrarme en tres que la resumen. Para mi ser mujer ha sido una experiencia mágica, dolorosa y cruda. ¡Ya verán por qué! 

 Ha sido una experiencia mágica saber que estoy conectada con los ciclos de la vida, sentirlos en mi cuerpo, en mi energía, en mi percepción. Tener la evidencia tangible de cómo mi cuerpo cambia cíclicamente mes a mes y va entrando en tantas fases que se sincronizan con la luna, la tierra y la vida es místico. Me resulta mágica la idea de poder gestar a un ser dentro de mí, en ese pequeño hornito que es el útero. Lo haga realidad o no, tengo el potencial para ello y la idea en sí ¡me parece alucinante! 

Me resulta enigmático tener la capacidad de percibir tantos fenómenos sutiles que suceden a mi alrededor cuando presto atención y alineo mi intención. Gracias a poder contar con una sensibilidad aguda mezclada con una conexión emocional profunda, los encuentros con otros seres, con el mundo y conmigo misma pueden llegar a lugares verdaderamente creativos y espirituales. ¡Ser parte de esa fuerza que encarna el poder de lo femenino con todo su misticismo y practicidad me resulta colosal!

Ser mujer también ha sido una experiencia dolorosa. Muchas veces me he sentido aplastada por el dominio de algunos hombres y deprimida por su descuido. He recibido manifestaciones activas y pasivas de la agresión machista. Tristemente, he sentido la desventaja de ser mujer en un mundo como el nuestro. 

Un abuso temprano en la vida me dejó saber que ese hombre, que no era un desconocido, aunque decía quererme no sabía respetarme. Más adelante un primer amor delirante que prometía mundos mágicos en sus poemas, en la práctica me llenaba de peleas, descalificaciones y agresiones psicológicas recurrentes al juzgarme constantemente por quien era. En mi adultez, muchos piropos, insinuaciones, miradas, propuestas llegaron en momentos y de maneras que me resultaron transgresivas, insultantes e incómodas. Lamentablemente, no puedo decir que venían solamente de desconocidos atrevidos. Muchas de ellas vinieron de hombres conocidos que ocupaban posiciones de poder o liderazgo destinadas a la guía, enseñanza o protección de quienes los seguíamos. 

Doloroso ha sido recibir adjetivos que describen a las mujeres como intensas, histéricas y locas. Algo tan reduccionista y enjuiciador desconoce muchas de las necesidades profundas que buscan ser vistas y escuchadas.  

Ser mujer ha sido una experiencia cruda y ciertamente es una desventaja pavorosa en muchos lugares del planeta. Es literalmente ser un ciudadano de segunda o tercera categoría. Conocer, aún de manera superficial, el índice de feminicidios, violaciones, ablaciones de clítoris, violencia intrafamiliar, desigualdad en los salarios y las labores profesionales y domésticas me resulta escalofriante e increíble. 

Suerte tienen las mujeres de muchos países desarrollados y laicos en los cuales algunas de estas prácticas han sido abolidas y condenadas. Aún así, la violencia de género sigue esparciéndose por todo el globo sin importar el nivel educativo y desarrollo económico de un país; el machismo está en la mente y en la cultura de una nación. Puede transmitirse de generación en generación a través de gestos, costumbres, frases, hábitos. Es una doctrina inconsciente y penetrante. 

Muchas otras mujeres en el planeta no corrieron con la misma suerte. Nacieron en países donde la brutalidad machista no tiene Dios ni ley, o más bien está amparada por un Dios y una ley poco compasiva e igualitaria. Ser vendidas a cambio de unos pocos pesos o animales, ser enjuiciadas por nimiedades que pueden hacerlas merecedoras de torturas y ejecuciones humillantes, ser acusadas de provocar a sus perpetradores y pagar por ello, ser violadas por uno, dos, tres, cinco, siete, once hombres y aún así escuchar a otras mujeres decir “es que era mostroncita, seguramente se lo buscó” son algunas de las atrocidades que implica ser mujer en culturas y sociedades despiadadamente machistas. Y tan despiadados como los hombres machistas  pueden ser algunas mujeres que creen que el machismo es el orden natural de la vida. 

Cómo no preguntarse en una realidad así ¿y si nace niña? Imagino cuánto dolor podría sentir una madre al saber que su hija correría la misma suerte que la acompañó. En ese caso sería preferible que naciera hombre y no ver en otros ojos toda la injusticia y agresión que ella misma vivió. 

Yo no nací en Sudán, en Nigeria, ni en Yemen, y aún así he vivido en alguna extensión lo mágico, lo doloroso y lo crudo que es ser mujer. 

Así es que cuándo te sientas tentada a agredir a otra mujer desde tus comentarios, pensamientos o intenciones piénsalo dos veces. No necesitamos más violencia de género y mucho menos la que ejercemos las mujeres contra otras mujeres. Imagina que esa mujer a la que criticas y desprecias, por la manera como se comporta o se viste, trae en su ADN las huellas de lo mágico, lo doloroso y lo crudo que tú, tu madre y tus abuelas han vivido. ¿Quién mejor que tú para entenderlo?

Sueño con ver un mundo en el cual si nace niña, yo como madre o abuela pueda decir: ¡qué alegría, vendrá a un mundo que la acoge y la respeta como a sus hermanos los hombres!  

Fotografía:VinceFleming

Comentarios:

LO MAS VISTO

Nuestra Misión

Somos un mundo creado para la mujer actual, una fuente de inspiración que nutre la mente, el cuerpo y el alma. Reunimos a todas aquellas personas, marcas y estilos de vida que nos inspiran, motivan y admiramos para impulsarte a encontrar tu valor y poder personal.

Guitarrista, Terapeuta Gestalt, Musicoterapeuta, terapia de respuesta espiritual (TRE), péndulo universal.

Músico Guitarrista de la Universidad de los Andes. Terapeuta Gestalt de la Escuela  Transformación Humana, Claudio Naranjo. Graduada del programa SAT dirigido por el Dr. Claudio Naranjo. Musicoterapeuta Humanista del Instituto Mexicano de Musicoterapia Humanista. Cuenta con estudios certificados en Terapia de Respuesta Espiritual (TRE) y Péndulo Universal. Meditadora comprometida con el linaje Bön Budista. Cuenta con experiencia docente y en recursos humanos además de  desempeñarse como terapeuta, tallerista y conferencista. Diez años de experiencia en consulta privada atendiendo adultos, adolescentes y jóvenes que han vivido duelos, buscan mejorar su calidad de vida, reformular su proyecto de vida, fortalecer su camino espiritual y su autoestima, así como mejorar sus relaciones interpersonales y su vida en pareja. Creadora del programa Música Maestro enfocado en la utilización de la música como recurso pedagógico en la primera infancia.