El decir no y aprender a poner límites, que son necesarios y son saludables parece una tarea difícil, hay personas que han crecido en un entorno cultural que les ha enseñado a no pensar en sí mismas. O puede ser por miedo, querer agradar a los demás, miedo a la crítica, entre otros; lo que nos lleva a ser complacientes con los demás sin tener en cuenta lo que realmente queremos o cómo nos sentimos. Mi nombre es Sonia Gómez, soy psicóloga magíster en psicología clínica y especialista en psicopatología con enfoque cognitivo conductual. Hoy vengo a contarte más a fondo por qué nos cuesta poner límites y somos tan complacientes. 

Poner límites a alguien puede generar mucho estrés emocional, ya que se tiene que verbalizar algo que te causa malestar y, posteriormente, aceptar la posible reacción de la otra persona. Además, existe la posibilidad de que la otra persona no comprenda la situación, lo que puede dar lugar a una pérdida, por ejemplo, de una amistad, un familiar, etc. En definitiva, marcar límites supone dolor, incertidumbre y posible pérdida, lo que hace que muchos se sientan incómodos o simplemente no sepan cómo hacerlo. 

Por otra parte, el comportamiento complaciente es también muy común en nuestra sociedad. Muchas veces nos complacemos en hacer algo que no queremos por miedo a ser criticados o a perder algo que nos importa. Asimismo, la falta de conocimiento sobre nuestros propios límites, el temor al conflicto o la sensación de culpa al no complacer a los demás también pueden contribuir a la complacencia.

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Los límites son un conjunto de reglas que nos ayudan a definir lo que no queremos o lo que no nos beneficia. Establecen fronteras que le indican a los demás cuándo deben detenerse o cuál es la distancia que deben mantener. Esto nos permite tener una seguridad emocional y física, cuidar nuestros recursos y establecer un territorio psicológico sano. En un mundo sin límites, muchos tratarían de aprovecharse de nosotros, dejando nuestras necesidades de lado. Los límites nos protegen y nos permiten expresar lo que queremos y necesitamos.

Si no hubiera límites, viviríamos en una sociedad sin autonomía, sin libertad para ser, hacer y decidir. La historia de la humanidad muestra que los límites siempre han existido y son necesarios para el bien común. Por lo tanto, más que importantes, son indispensables para poder sentirnos dignos, vivos, activos y autocuidados. Los límites son un refugio ante todas las posibles alternativas de abuso, cuidan nuestra autoestima, nuestros derechos y nuestra integridad. Son necesarios para sentirnos seguros y poder desarrollarnos adecuadamente.

El rol formativo de los padres en la infancia es esencial para aprender a respetar normas, pautas y límites, cuando nos encontramos en un sistema complaciente y permisivo, vemos que es más difícil en el futuro aceptar un NO por respuesta, aquí se ve la otra cara de la moneda, entonces, existe un menor respeto por las necesidades de los demás. Esto les permite establecer su identidad y desarrollar su capacidad de decisión. La falta de límites puede generar situaciones de abuso, violencia y maltrato, además de poner en riesgo nuestra integridad física y emocional. Por lo tanto, los límites son fundamentales para vivir en una sociedad equilibrada, justa y respetuosa. 

Al final del día, los límites nos permiten vivir con dignidad y respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás. Si te quedo alguna duda, o quisieras una asesoría personalizada, me puedes encontrar en Instagram como @psi.soniagomez

Portada: Kinga Howard