Mi renacer de las cenizas: Un camino de valentía después del abuso

Mi renacer de las cenizas: Un camino de valentía después del abuso

Historia de: Ana Bolena

Quiero contar esta historia porque siento que son historias que no se escuchan, que nos da pereza escuchar, que son difíciles de contar también, porque obviamente uno revive cosas que no le gustan. Pero creo que es importante que las mujeres que lo han vivido, como yo, las cuenten. Porque a mí me sirvió mucho escuchar que otras mujeres decían "a mí también me pasó". Empezar a escuchar otras historias te hace sentir muy arropada, parte de algo. No minimiza el dolor, pero es más fácil cargarlo entre todas.

 

Empecé a contar esta historia hace 8 años en un retiro donde llegó mi primer huevo Yoni. Fue la primera vez que pude hablar a viva voz sobre lo que me había pasado. En ese momento, empezó mi camino de sanación frente a esto. Ese primer momento fue con personas desconocidas y fue muy liberador.

 

Ahí puedo decir que empezó mi camino. Yo decidí que lo que necesitaba era contar esta historia varias veces, porque eso es lo que verdaderamente sana. Han pasado tantos años de esto... incluso he vivido más años después del incidente. Y todavía son historias que, aunque las haya contado mil veces, igual golpean y  te vuelven a tocar fibras que duelen.

En estas historias de abuso sexual siempre hay un grado de culpabilidad hacia la víctima. A las sobrevivientes se nos culpa de alguna manera por este hecho: estabas borracha, tenías minifalda, tenías escote, ¿qué hacías a las 4 de la mañana en la playa? Todas esas cosas terminan siendo culpa de la víctima.

Pero cuando escuchamos a otras, decimos: "Esto no es culpa de nada. Deberíamos poder ponernos falda sin que nos abusen. Deberíamos poder emborracharnos sin que abusen de nosotras". Ahí empezamos a entender que fueron cosas que no debieron pasar, que no fue nuestra culpa.

En mi proceso espiritual entendí que no hay que romantizar estas cosas. Sí, todo pasa por algo, pero no es que fui violada para luego triunfar o ayudar a otras. Estaría bueno que quienes gastamos energía sanando abusos, la pudiéramos invertir en otras cosas de desarrollo personal y no en una herida que no debimos haber sufrido.

No creo que venga de las estrellas eso de "ser violada para triunfar". Creo que es porque vivimos en este mundo machista donde no estamos protegidas y nos pasan estas cosas. Entonces tenemos que sacar esa guerrera interior para volver a sentir, volver a vivir, volver a no tener miedo. Nos obligan a sacarla, no es que fuera necesario para poder crecer. No hay que romantizar el abuso.

Aquí comienza mi historia, a los 17 años, me encontraba en Acapulco, México, junto a mis padres y amigos. El 31 de diciembre, decidimos celebrar en una discoteca con mis amigos, entre ellos un chico que me gustaba, amigo mío desde la infancia. Esta historia con él es crucial para entender lo que ocurre hoy. Nos dirigimos a la playa para ver el amanecer juntos, cerca del Hotel Plaza. mientras estábamos allí, dándonos besos, dos hombres se acercaron. No recuerdo si uno llevaba un arma o un cuchillo, pero ambos nos intimidaron. Un hombre cogió a mi amigo contra la arena de la playa y el otro me cogió a mi. En medio de forcejeos se me vino de todo a la cabeza. Tiempo antes, a una amiga la habían violado y por forcejear la golpearon terriblemente hasta el punto de que por la inflamación se le deformó la cara. Yo solo pensaba en eso e intenté no poner problema en el momento. Tenía miedo que me golpeara o que me matara. Este hombre me empezó a tocar, se puso encima mío y yo no hacía nada. Todo fue demasiado rápido, además tenía mucho trago encima y creo que gracias a eso pude estar más tranquila y borrar espacios de esta memoria. Si hubiera estado sobria no sé cómo estaría contando esta historia, no sé cómo hubiera reaccionado. 

Después de todo lo acontecido nos dirigimos  por un callejón, no estoy segura por qué no entramos al hotel, es algo que uno cuestiona después, pero estábamos en medio de un shock. Al reaccionar salimos al hotel de mis primos donde nos refugiamos. Cuando mi mamá se enteró, fue muy complicado. Además, era el día antes de su cumpleaños y teníamos planes para esquiar. Le conté todo a mi mamá y me dijo que no podíamos contarle a mi papá ya que él tenía problemas cardíacos, simplemente le dije que nos habían atracado.  Años después, decido contarle a mi papá y me comenta que él tuvo la sensación de que algo más había sucedido ese día, pero prefirió creerme en lugar de profundizar en el tema. 

El día del cumpleaños de mi mamá puse mi mejor cara. Nadie se percató de nada, excepto mi pobre madre, quien iba en la lancha, probablemente tragándose su preocupación. En ese momento pensé: "Esto no va a arruinar mi vida. Este desgraciado va a pagar su karma. Él es el perpetrador, yo soy la víctima. Esto no va a cambiar mi vida." Con el tiempo comprendí que sí me culpabilizaba, pero en ese momento no me sentía así. No pensaba en si debía haber estado en la playa a las 4 de la mañana, aunque todos me lo dijeran. Mis primos, las personas que lo sabían, cuestionaban qué hacía allí a esa hora. Pero, ¿qué importaba? En ese momento, todo eso era parte del engranaje.

El tiempo pasó, llegamos a casa y mi madre me llevó a un ginecólogo, me sometió a innumerables terapias desde muy joven por lo que había vivido; hasta que llegó un momento en que una terapeuta le dijo a mi mamá  "Gloria, yo creo que tu hija o es una dura, que de alguna manera eso no le afectó, o enterró eso tan profundo que ahora no vamos a poder trabajar con ello. Saldrá con los años". 

¿Se acuerdan del chico que estaba conmigo cuando pasó todo? ¿El que les comenté que iba a ser crucial para entender lo que ocurre hoy? Pues, pasaron muchos años, nos alejamos  y él jura que a mí no me hicieron nada. Le ha dicho a una amiga mía que cree que exageré mucho, que eso no ocurrió. Es un ejemplo perfecto de cómo funciona el patriarcado: no te creen, ni quién estaba contigo, dicen que exageras, que no fue tan grave.

Esa herida es nueva porque me enteré hace poco que estaba desmintiendo la experiencia que él vivió, siendo poco empático. Podría decir "como yo estaba en shock no me di cuenta, pero si ella dice que pasó, le creo". Nadie se inventaría eso. Es importante esa historia porque demuestra cómo somos tratadas y no creídas las mujeres que pasamos por esto.

Pasé el resto de mis 18, 19 y 20 años mal utilizando mi sexualidad porque obviamente me metí en la cabeza que eso no me iba a arruinar la vida. Entonces, yo iba a hacer de mi vida sexual lo que yo quisiera y lo hice. No voy a decir que estuvo bien, tampoco que estuvo mal, pero sí voy a decir que hoy no es la manera en la que llevaría mi sexualidad si tuviera la conciencia que tengo ahora.

Creo que todo eso era una respuesta al trauma. Como terapeuta, trabajo mucho con mujeres que han sido abusadas porque la mayoría lo hemos sido. Al llegar a terapia sexual, lo primero que mencionan es "me abusaron: papá, abuelo, tío, primos...". No hay pudor con las figuras que han abusado de las mujeres. Al ver todo esto, me doy cuenta de que parte de la reacción al trauma cuando eres tan joven es mal utilizar la sexualidad porque no sabes qué hacer con ella, hay un trauma, un montón de emociones enterradas y no sabes manejarlo. Estás en la edad de las hormonas, quieres acostarte con todo el mundo pero no es la manera porque tienes una forma interna fatal de manejar tu sexualidad y todo eso responde a menudo al trauma. Mi figura masculina no me defendió, entonces, inconscientemente sentí que tenía que defenderme sola y ser masculina porque si mi papá no puede, tengo que poder yo. No sé si esa era mi energía original o en qué me convertí por lo que pasó. 

Salí ilesa, gracias a Dios. Sin embargo, enfrenté mis propias batallas emocionales. En ese momento, me encontraba en un nudo mental, buscando conexiones con personas que, como yo, estaban lidiando con sus propios traumas.

Solía pensar que sólo atraía hombres problemáticos, como si fuera una especie de imán para los tipos difíciles, los "Bad Boys". Disfrutaba el desafío de tratar de "domar" a estos hombres, pero sufrí mucho por ello. Me di cuenta de lo simbólico que era tratar de controlar a este tipo de personas problemáticas, como si fuera una respuesta a mi propio trauma. Fue gracias a mi pareja actual que pude ver las cosas de manera diferente. Él no es nada parecido a un "Bad Boy", es una persona maravillosa que jugó un papel crucial en mi proceso de sanación.

Él es muy comprensivo y abierto, lo que me permitió hablar libremente de mis sentimientos sin sentirme juzgada. Además, participó activamente en muchos ejercicios terapéuticos que realizamos juntos. Uno de los ejercicios más desafiantes fue el masaje genital, que realizamos para ayudarme a drenar emociones reprimidas. Mi pareja estuvo allí, sosteniéndome emocionalmente en esos momentos difíciles.

Él también experimentó el trauma a mi lado. No fue solo una experiencia traumatizante para mí, sino que también afectó a mi pareja, quien estuvo presente para apoyarme en todo momento. Este es un bloqueo que muchos hombres enfrentan cuando tienen una pareja que ha sobrevivido al abuso. No soy la única, sino un ejemplo de cómo el trauma puede afectar a ambas partes en una relación.

Me di cuenta que el trauma empezó a salir a flote porque mi deseo sexual estaba presente, pero ahora, mi cuerpo no funcionaba, se desplomó por completo, era inexistente, y me sentía avergonzada. No lubricaba, todo estaba seco. Hacer el amor con mi esposo era una carga, a pesar de que siempre fui una persona muy sexual. El abuso posiblemente hipersexualizó mi mente, pero ahora ya no era la misma. Empecé a sentir rabia, incluso hacia mi esposo. Internamente, era un infierno, y sé que muchas mujeres que no han resuelto sus abusos experimentan lo mismo.

Todo esto también se reflejaba en mi cuerpo: infecciones, erupciones, picazón. Había semanas en las que estaba tan incómoda que no soportaba ni siquiera usar ropa interior. Esto no era algo que me sucedía antes; una simple infección ahora me llevaba a pensar que el trauma estaba resurgiendo.

No soy una gran bebedora, aunque disfruto del vino. Sin embargo, después de lo que sucedió, solía beber mucho, especialmente los fines de semana, de jueves a domingo, como una especie de celebración. Era como si fuera una fiesta para mí, estaba feliz y despreocupada hasta que cumplí los treinta años. A partir de entonces, la vida se volvió más tranquila, dejé de salir tanto de fiesta y empecé a preferir actividades más tranquilas como montar en bicicleta temprano en la mañana en lugar de emborracharme.

¿Cómo era yo antes del abuso y cómo soy ahora? Creo que el abuso puede llevarte por dos caminos: puede destruirte o fortalecerte, dependiendo de cómo decidas manejarlo. En mi caso, me impulsó a buscar la sanación. Me convertí en una versión más consciente y congruente de mí misma. Ahora estoy más atenta a mi trauma y tengo herramientas para manejarlo. Vivo vigilante de que el trauma no vuelva a tomar el control. Sí, me hizo más fuerte y más resiliente, pero preferiría haber encontrado esa fortaleza de otra manera. Sin embargo, así es el mundo en el que vivimos, lleno de desafíos y adversidades.

Es normal querer disfrutar de la vida en los veinte, pero veo a chicas de esa edad que no han sido abusadas y que no tienen comportamientos erráticos. Entonces, me pregunto si mi comportamiento sexual es errático debido a lo que me sucedió. Me siento agradecida de haber salido relativamente bien de esa situación, pero sé que muchas mujeres no tienen la misma suerte. Muchas terminan embarazadas de patanes, contraen enfermedades de transmisión sexual o, en casos extremos, son víctimas de violencia extrema. Por eso, estoy agradecida de estar aquí contando mi historia y viviendo una vida plena.

Creo que hablar abiertamente sobre nuestras experiencias y recibir el apoyo adecuado es fundamental para sanar del trauma. Es importante que las personas que nos rodean nos escuchen y nos brinden el apoyo que necesitamos para superar estas experiencias dolorosas. Por eso, valoro tanto la terapia y el intercambio de experiencias en círculos de mujeres. Es un proceso largo y difícil, pero creo que vale la pena el esfuerzo.

Si alguien que me está leyendo y  está pasando por una situación así, le deseo mucha valentía y entendimiento, esa expansión mental que le permita comprender que forma parte de un sistema patriarcal que no es personal. No ser creída o escuchada es una manifestación del machismo que atraviesa nuestra sociedad, y es frustrante ver a personas que no entienden el feminismo. Yo misma pasé por eso, me enfrenté a mí y a esos pensamientos erróneos.

Es importante reconocer que la terapia es fundamental en el proceso de sanación. Las mujeres que han sufrido abusos a menudo necesitamos terapia de manera intermitente a lo largo de nuestras vidas. Es un proceso largo y difícil, pero necesario. En la terapia encontramos el sostén y la comprensión que necesitamos para seguir adelante.

También, es crucial elegir cuidadosamente a quién le contamos nuestra historia. Es una experiencia muy íntima y vulnerable, y necesitamos confiar en la persona a la que se la contamos. La expresión de la rabia es parte del proceso de sanación, y es importante encontrar formas saludables de expresar nuestras emociones.

En mi experiencia, el tantra ha sido una herramienta poderosa. Hacer terapia tántrica con mi esposo nos ha ayudado a ambos a enfrentar nuestros traumas y a sanar juntos. Sin embargo, cada persona es diferente, y lo que funciona para mí puede no funcionar para todos. Lo importante es encontrar las herramientas que funcionen mejor para cada uno en su propio camino de sanación.

Hay que reconocer que no estamos solas en este proceso. Hay personas que nos apoyan y nos creen, y son ellas las que nos ayudan a encontrar la fuerza para seguir adelante. Lo fundamental es rodearse de personas que nos sostengan y nos brinden el apoyo que necesitamos para sanar.

Acá les dejo la canción que me acompañó en este proceso de sanación… 

 

 

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