¡Hacer menos, vivir más!

¡Hacer menos, vivir más!

Por: María Paula Rueda

Tomar decisiones a conciencia es quizás uno de los ejercicios de libertad y discernimiento más importantes y complejos para vivir una vida con dirección y sentido. Pero, ¿cómo discernir el norte cuando vamos a mil por hora, nuestra agenda vive a tope y estamos respondiendo como podemos a la demanda de una rutina agitada y atiborrada de compromisos?

Quisiera compartirte mi experiencia para invitarte a vivir más y tomar decisiones más coherentes con tu bienestar.

He sido una trabajólica empedernida adicta a hacer y hacer. He vivido con la idea trastocada de que estar ocupada es igual a tener éxito. Vengo de una familia de mujeres trabajadoras, emprendedoras, independientes que han trabajado desde muy jóvenes hasta muy mayores y la idea de quedarse quietas no les ha resultado muy seductora. Así es que yo, fiel a mi linaje femenino, entre más proyectos pudiera tener más interesante y jugosa parecía ser la vida, no importaba si no se traducía en bienestar físico, emocional, económico o energético. A medida que pasaban las semanas sentía cansancio acumulado aunado a una inercia que me envolvía de una actividad a la otra como un hámster que da vueltas y vueltas llegando siempre al mismo punto de agotamiento. Como todo, este proceso también traía sus bondades y pude cosechar relaciones maravillosas, gané satisfacciones y disfruté momentos únicos. Sin embargo, el agotamiento parecía colonizarme al final dejándome constantemente sin energía y sin tiempo.  

Sentirme útil, en constante movimiento y siempre conectada con alguna causa emocionante parecía ser suficiente hasta que perdí a mi primer bebé. Cientos de escenas de mi vida pasaron frente a mi como una película durante tres días seguidos. Mi conciencia me ayudó a develar cuanta exigencia, desgaste, intolerancia y ausencia derivaban de ese ritmo que traía. Tuve que parar…fue demasiado contundente el llamado.  Realicé un retiro espiritual en México, no trabajé durante un mes y me di permiso de estar, solo estar. Poco a poco introduje cambios en mi rutina, mejoré mis hábitos de auto cuidado, reduje mis jornadas laborales y aumenté mis espacios de descanso los cuales aprendí a considerar tan sagrados como mi amado consultorio. Pero el hábito es a veces más fuerte que el deseo del alma y poco a poco volví a llenarme de proyectos, voluntariados y reuniones. Otra vez estaba la agenda a tope y el cansancio asomándose por la puerta. Mis decisiones inconscientes me perseguían como un perro rabioso queriendo morderme la cola.

Me di cuenta que de fondo subyacía un profundo asunto filosófico: no sabía cómo estar en vacío y no sabía como ponerle límite a mi entusiasmo. Tenía la costumbre de llenarme para sentir que mi vida tenía sentido. ¡Pero como no! Había crecido con la idea, muy occidental, de que el vacío es ausencia, desolación, falta de algo. Desde la perspectiva oriental budista, por el contrario, el vacío es como una madre amorosa que todo lo contiene y permite que ocurran los fenómenos de la materia en ella, es un útero gigante y generoso que hospeda a la vida, es el elemento espacio que alberga a los 4 elementos que forman todo lo manifiesto. Estar en el vacío es entonces habitar ese espacio primigenio y fértil en donde puedes ser, sentir, soltar el control, gravitar y abrirte a vivir el momento.

 He visto como muchos de mis pacientes hacen compulsivamente motivados por asuntos diferentes como el miedo a sentir, a perder el control, a la carencia, o movidos por un intenso sentido del deber que los sofoca, entre otros. ¿Te sucede algo similar? ¿Haces y haces y parece que nunca es suficiente?

Si has tenido la tendencia de hacer sin parar te propongo dos ejercicios: preguntarte ¿cuándo, para qué y con qué llenas tu vida y tu tiempo? De tu lista define: ¿qué es realmente necesario y qué es accesorio? Por otro lado, quiero invitarte a zambullirte en el vacío al menos una vez al día… suelta lo que estés haciendo, respira, abre espacio en tu ser y aprende ser nadie en la nada por unos minutos para ser total y completa Presencia en el Ahora.  

MARIA PAULA RUEDA YEPES

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Guitarrista, Terapeuta Gestalt, Musicoterapeuta, terapia de respuesta espiritual (TRE), péndulo universal.

Músico Guitarrista de la Universidad de los Andes. Terapeuta Gestalt de la Escuela  Transformación Humana, Claudio Naranjo. Graduada del programa SAT dirigido por el Dr. Claudio Naranjo. Musicoterapeuta Humanista del Instituto Mexicano de Musicoterapia Humanista. Cuenta con estudios certificados en Terapia de Respuesta Espiritual (TRE) y Péndulo Universal. Meditadora comprometida con el linaje Bön Budista. Cuenta con experiencia docente y en recursos humanos además de  desempeñarse como terapeuta, tallerista y conferencista. Diez años de experiencia en consulta privada atendiendo adultos, adolescentes y jóvenes que han vivido duelos, buscan mejorar su calidad de vida, reformular su proyecto de vida, fortalecer su camino espiritual y su autoestima, así como mejorar sus relaciones interpersonales y su vida en pareja. Creadora del programa Música Maestro enfocado en la utilización de la música como recurso pedagógico en la primera infancia.