Tengo que ser honesta, porque además en esta revista siempre he abierto espacios íntimos que normalmente nunca comparto, así que me siento totalmente en la responsabilidad de ser 100% sensata. En mi familia nunca hemos celebrado el día de la madre como tal. Tal vez recuerdo uno que otro almuerzo, pero no es un evento especialmente distinto. Vale la pena aclarar, que no celebramos en grande nada. Ni la navidad, que por lo general la pasábamos en un avión, ni el fin de año, ni los cumpleaños, etc. Pero hay algo que celebramos en grande y son los logros, la salud, nuestra unión como familia, los chistes de cada uno e incluso las embarradas. Somos esa familia en la que nos burlamos de todos, nos gozamos a todos y siendo opuestos nos respetamos y adoramos.

Y mi mamá no es la excepción. Ella es una mujer dulce, suave, alegre, persistente y tal vez la persona más inteligente emocionalmente que conozco; le entra todo por un oído y le sale por el otro. Paisa hasta los huesos., siempre saluda a sus amigas, conocidas y a mis amigas como “Quiubo querida” y come arepa al desayuno y a la comida. Fashionista por excelencia y hippie de corazón. La mujer más amante de lo material y al mismo tiempo la más desprendida. La mujer más espiritual; entiende perfecto que la belleza es profundidad y es ahí de dónde viene toda su teoría de vida. Incondicional como ella sola. Además... ¡no espera nada a cambio! La mamá que nos enseñó que para realizarnos, solo debíamos hacer lo que quisiéramos. Nos enseñó que cómo mujeres, no venimos única y exclusivamente a procrear, que tenemos todas las herramientas para ser felices y gozarnos la vida de cualquier manera. ¡La moda para ella lo es todo! Su manera de soñar, de vivir, de expresar y lo que la hace más feliz. 

Todos los días celebro a mi mamá, a pesar de nuestras peleas (que se pasan en dos minutos), es la mujer en la que más confío, quién sabe todos mis secretos, la que me apoya hasta para lo que “no se debe hacer”, la que me mira siempre con ojos de admiración, la que se burla de mí y me imita, con la que peleo a diario y a quién consiento a diario, mi adoración y mi mayor tesoro. Mi relación con mi mamá se basa en una frase simple, pero que significa el mundo para nosotras: mi mamá es mi mejor amiga. Tuve la fortuna de crecer en una casa en donde mi mamá pudo estar con mi hermana y conmigo en toda nuestra niñez y juventud; esa cercanía nos convirtió en inseparables. Mi mamá, siempre inspiradora, amante de la buena vida, los viajes, la moda, el buen vino y las conversaciones espirituales. Mi amiga que sabe todos mis secretos y mi cómplice de compras. Nuestro plan favorito: ir al Gran Bazar en Estambul en búsqueda de artesanía del mundo para vestir, decorar o intervenir y convertir en un tesoro. Como ella, nadie. Me enseñó a gozar, a trabajar en lo que me apasiona y a amar lo que se hace sobre todas las cosas. Y su gran virtud: vivir el día a día, ella ni se preocupa por el mañana.

Eres mi todo mamá y mi admiración por ti y por todas las madres es infinita. No tengo ni idea de lo que es ser mamá, porque no lo soy, pero veo a las madres y sé que es el trabajo más intenso, extenuante y duro. También sé que es el más lindo y puro, y muchas veces el menos valorado. Celebro a todas las mamás por ser mamás, porque creo que ser mamá da miedo desde el primer instante. Y también celebro a todas aquellas que no somos madres, porque en la vida tener hijos no es una condición, es una decisión. Y para quiénes decidieron serlo: ¡feliz día a todas!

 

Foto portada: Alejandra Quintero Sinisterra