Muchas personas pueden sentirse identificadas, y para nosotras, las mujeres trans, la representación es fundamental. Sabemos que cada vez más medios y espacios abren el tema de quiénes somos, pero con frecuencia lo hacen desde una visión muy heteronormativa. A menudo se piensa que todas somos iguales, como si hubiéramos salido de una fábrica idéntica, pero así como hay diversidad entre las mujeres cisgénero, también existe una amplia diversidad entre las mujeres trans.
Cuando era pequeña, escuché a algunas mujeres trans hablar, y creo que por eso estoy donde estoy hoy. Es vital que nos vean desde diferentes perspectivas y no solo desde los imaginarios preconcebidos de la sociedad.
Cuando tenía unos 12 o 13 años, le dije a mi mamá que no me gustaban las niñas. Nunca sentí incomodidad con mi cuerpo o mi genitalidad, como puede sucederle a algunas personas transexuales. En ningún momento me dije a mí misma: "Soy una persona trans". Me di cuenta de eso más adelante, alrededor de los 16 o 17 años, cuando comencé a vestirme como chica, aunque al principio solo lo hacía esporádicamente, como para una fiesta de Halloween.
Con el tiempo, esto se transformó en una fuente de ingresos para mí. Mi primer trabajo fue en Theatron, con solo 18 años recién cumplidos. Fue un mundo lleno de posibilidades, pero estamos hablando de los años 2002 o 2003, cuando ser una persona trans aún era muy juzgado. No es que ahora no lo sea, pero hoy existe más información y visibilidad. En aquel entonces, dentro de la misma comunidad LGBT+ había mucha segregación, especialmente hacia nosotras, las mujeres trans. Los hombres gays solían ver mal el hecho de ser una persona trans.
Haber vivido sola me dio una independencia que también fue una herramienta valiosa. Si alguien no aceptaba mi decisión, simplemente seguía adelante, sin preocuparme por su opinión. Las mujeres trans enfrentamos riesgos y desafíos específicos. Aunque hombres trans también existen y tienen sus propias vivencias, ser mujer sigue siendo menos aceptado socialmente. Una mujer con ropa masculina no recibe las mismas miradas de juicio que un hombre con prendas femeninas. Ese es uno de los desafíos que enfrentamos, agravado por el machismo, incluso el machismo de otras mujeres, que a veces resulta el más doloroso.
Yo fui una mujer trans que creció rodeada de hombres gays y amigos, viviendo mi tránsito de una manera única, divertida y hermosa. A los 22 años, después de ese periodo de autodescubrimiento, un día un amigo me llevó a casa de alguien para recoger un vestido. Cuando abrieron la puerta, ahí estaba Endry Cardeño, quien con el tiempo se convertiría en una de mis mejores amigas. Ella fue el primer personaje trans visible en la televisión colombiana.
Ella me invitó a almorzar, y cuando llegué me dijo: "¿Por qué estás vestida así si eres trans?". Eso cambió todo para mí. Desde entonces, comencé a salir de día vestida como chica, aunque al principio no me atrevía a completar el tránsito de forma plena por los nervios y las puertas suelen cerrarse.
Sin embargo, la puerta más importante que se abrió fue la de ser yo misma. Participé en el Reinado Trans del Mar en Santa Marta, y aunque solo iba como presentadora, termine involucrándome en todas las actividades vestida de chica. Fue una experiencia intensa y transformadora que me impulsó a tomar la decisión definitiva.
Al regresar a Bogotá, reorganicé mi vida y mi ropa. Transformé lo que tenía en prendas femeninas porque en ese momento no había recursos para renovar todo el clóset. Esa fue una etapa crucial en mi historia, llena de retos, pero también de muchas oportunidades para vivir plenamente como la persona que soy.
Recuerdo que fue una de las experiencias más bonitas que viví. Aunque la transfobia siempre ha estado presente, en ese momento no me importó. Solo quería ser yo misma, y cuando descubrí quién era realmente, fue un instante muy especial e importante para mí. Ese tránsito en mi vida marcó cosas muy lindas, aunque también trajo desafíos.
En esa etapa de mi transición no temía enfrentar la sociedad. Tenía un ímpetu y una valentía que ahora, a mis 42 años, extraño. Aunque amo la mujer que soy hoy, echo de menos esa osadía juvenil de lanzarme sin importar nada.
Con el tiempo, también viví experiencias difíciles, como una relación abusiva que fue tanto física como psicológicamente dañina. Ser una mujer trans sin el apoyo pleno de la familia en esos momentos puede hacerte sentir que no mereces amor. Nos han negado muchas oportunidades: laborales, de salud, familiares e incluso amorosas. Pero aprendí que la verdadera familia está formada por quienes te apoyan y caminan contigo.
Siempre he tenido la bendición de encontrar una familia maravillosa en mis amigos, quienes han sido mis cómplices y apoyo incondicional, son mis hermanos. No es que no tenga una buena relación con mis parientes, pero aún queda cierta distancia, una sensación de aceptación a medias. A veces todo parece bien, pero de lejos, y siempre queda un sinsabor frente a eso.
Siempre fui rebelde, cuando tenía 18 años mi mamá decidió mudarse a Estados Unidos. Me dijo que si quería quedarme, debía ser responsable de mí misma: pagar un arriendo y sobrevivir por mi cuenta. Tenía un ingreso trabajando en una discoteca, así que decidí vivir sola.
Cuando mi mamá regresó, casi 12 años después, se encontró con un panorama completamente diferente. Ella nunca tuvo problemas en aceptar que, en su momento, me identificaba como un chico gay, pero aceptar que era una mujer trans le costó más. A pesar de eso, nunca me rechazó. Nuestra relación ha sido a veces distante, pero con el tiempo hemos fortalecido un vínculo muy bonito.
Hace poco me dijo algo muy conmovedor y valiente: "Sentí que mi hijo se fue y ahora tengo una hija". Entendí su sentir, y así como le pedí que me entendiera, supe que debía hacer lo mismo por ella. Más allá de comprenderlo todo, lo importante para mí es que mi familia ha respetado mi identidad. No se trata de que todos lo entiendan, sino de que lo respeten.
Después de esa relación complicada, me quedé sin casa y sin trabajo. Entonces surgió la oportunidad de hacer televisión, algo que llevo casi 15 años haciendo. Sin embargo, al inicio fue terrible. La primera vez que llegué a grabar, viví burlas y bullying. Aún en proyectos recientes, esas situaciones persisten. Por ejemplo, en uno de mis últimos trabajos, un compañero intentó decirme qué baño debía usar. Yo respondí que usaría el que yo quisiera, porque es algo tan básico y personal.
Estos miedos existen, pero lo que más temo no es a los demás, sino a mis propias reacciones. Tengo un temperamento fuerte y trabajo diariamente para controlarlo. Muchas veces he querido abandonar todo por la carga emocional y las extensas jornadas de 13 a 15 horas en rodajes.
Sin embargo, luchó para que el miedo no me defina. No quiero vivir atrapada por él, porque vivir con miedo es feo. A pesar de todo, creo firmemente que incluso con miedo, las cosas deben hacerse. No quiero estar siempre disculpándome por ser quien soy solo porque la gente no me entiende o me juzga superficialmente.
No estoy aquí para agradar a todo el mundo, y entiendo que salir a la calle ya es un acto de incidencia política. Constantemente enfrentamos riesgos de violencia y discriminación, pero seguimos adelante, enfrentando ese miedo día a día.
Si pudiera cambiar algo de mis años jóvenes, no haría nada diferente. No soy de las personas que se arrepienten. Todo lo que he hecho me ha llevado hasta donde estoy. Estoy orgullosa de la mujer que he construido, de quien soy hoy.
Recuerdo una reunión donde una mujer expresó incomodidad hacia mí por no tener útero ni vagina, cuestionando mi identidad. Le respondí con respeto: "Entiendo tu punto, pero una mujer que pierde su útero por una operación no deja de ser mujer. Ustedes nacieron siendo mujeres; yo tuve la fortuna de elegir serlo." Nunca he permitido, ni permitiré, que me invaliden como mujer.
Durante la pandemia pasó algo significativo. Mi anterior Instagram era muy movido porque siempre he tenido una presencia política. No me gusta llamarme activista porque siento que las activistas hacen otras cosas; sin embargo, creo que todas las personas somos activistas al enfrentarnos al mundo.
He logrado muchas cosas de las que me siento muy orgullosa, como ser la primera mujer trans detrás de las cámaras, algo muy difícil y complejo, pero gratificante. En el Día del Padre de 2020, publiqué un meme con una canción, "Rata de dos patas", pensando en esos momentos humorísticos que suelen compartirse en redes sociales. No imaginé que las hermanas del hombre que puso la semilla para que yo existiera me atacarían de una forma tan fea y cruel. Me dijeron cosas horribles que realmente no tenían sentido ni lugar.
Cuando recibí esos comentarios hirientes y llamadas, fue un momento muy duro. Abrí mi celular, revisé los mensajes de Instagram y ahí empezó todo. Algunas llamadas fueron más decentes que otras, pero una de ellas fue especialmente cruel, llena de palabras horrorosas. Entiendo que pudieron sentirse dolidas por su hermano, pero durante todos mis logros y momentos positivos, nunca me buscaron ni me escribieron. Sin embargo, para atacarme sí lo hicieron. Eso me dolió profundamente y es algo que, aunque con el tiempo sana, sigue dejando una marca en mí.
Confieso que lloré. Respondí, pero ella me insultó, llamándome loca y lanzando vulgaridades. Yo, con serenidad, le dije que una dama sabe quién es el padre de sus hijos. Fue un momento feo y desagradable. No sé si la vida o el universo quieren que en algún momento construyamos una relación, pero me parece complicado, como tratar de mezclar agua y aceite.
Ese día tenía que grabar algo, pero no podía parar de llorar. Me parecía tremendamente injusto. Entiendo que las personas tienen derecho a opinar, pero cuando no conoces a alguien, no puedes simplemente llamarle "loca asquerosa" o soltar comentarios que no tienen sentido. El amor no quita el conocimiento, pero la forma en que se expresaron no era justificada.
En mi caso, siempre he sido consciente de los errores, pero una conversación constructiva no necesita ser despectiva. En cambio, lo que recibí fue doloroso. Aunque algunas tías tuvieron gestos amables, otras me miraban con prejuicios por mis maneras. Los adultos pueden ser crueles cuando algo no se ajusta a sus expectativas.
Mi papá nunca estuvo presente, ni antes ni después de mi transición. Recuerdo que iba a visitarlo cuando mi abuela vivía, pero cuando ella falleció, una de mis primas me llamó para decirme que no era buena idea que asistiera al funeral, debido a la vergüenza que mi presencia podría causar.
A veces me pregunto cómo habría sido mi vida si hubiera contado con la figura de un papá, pero al mismo tiempo pienso que probablemente hubiera traído otra serie de complicaciones. Es doloroso saber que hay padres que prefieren tener a sus hijos muertos, en la cárcel o en otras situaciones extremas antes que aceptar que tienen un hijo diverso.
Con el tiempo, entendí que no tiene sentido buscar una relación con alguien que nunca ha mostrado interés ni iniciativa para conectar conmigo. Todo el amor que necesitaba lo recibí de mi mamá y otras personas importantes en mi vida. Ya el mundo es suficientemente hostil como para cargar con un rechazo adicional.
La verdad valoro inmensamente el trabajo que mi mamá hizo para criarme, porque yo no era una niña fácil de manejar. Sin embargo, estas personas me atacaron desde el prejuicio y la vergüenza. A pesar de eso, tengo dos primas maravillosas con quienes mantengo una relación bonita, y eso es algo que agradezco. Con el tiempo, también he trabajado en sanar la relación con mi mamá. Poner las cosas en la balanza y mejorar nuestra relación ha sido muy gratificante. Siento que esta fortaleza la heredé de ella.
Si alguna vez se diera la oportunidad de hablar con mi papá, tendría que ser él quien me buscara. No estoy cerrada a la posibilidad de tener esa conversación, pero él tendría que demostrar iniciativa. Tras tanto dolor y una vida entera sin su presencia, la relación tendría que construirse desde el respeto y la sinceridad. Creo que la situación es compleja, y sinceramente no sé si sabría manejarla del todo. Llegado el momento, tendría que ser todo desde el respeto. Sin embargo, no estoy segura de si él estaría dispuesto.
Si pudiera hablar con mi yo más joven, le diría que todo lo vivido ha valido la pena. No hay mayor satisfacción que ser fiel a uno mismo, a pesar de los desafíos y rechazos. Siempre abrazo a ese niño interno, lo lleno de amor y le recuerdo que sus sueños de muñecas, ropa y maquillaje valieron cada momento.
Mi niñez estuvo marcada por la imaginación y las telenovelas. Las historias de personajes valientes, como "Café con Aroma de Mujer" cuando tenía 12 años, me inspiraron profundamente. Mi adolescencia fue un periodo de exploración intensa. A los 13 conocí la vida nocturna hetero, y a los 15 la escena gay, compartiendo con personas mucho mayores. A los 18 comencé mi tránsito y me enfrenté a desafíos significativos.
Los 20 fueron años de lucha, los 30 de trabajo, y ahora, en los 40, busco serenidad, aunque admito ser una persona intensa y detallista. Mi profesión en belleza y maquillaje me ha enseñado paciencia, aunque no siempre tengo la mejor disposición.
Durante cada etapa, mi abuela y las telenovelas fueron mis compañeras de infancia. Más tarde, amistades y experiencias me ayudaron a enfrentar mis sombras y transformarlas en luz. Hoy, agradezco cada paso del camino y abrazo la autenticidad que define quién soy.
Durante mi adolescencia fui muy afortunada; siempre estuve rodeada de gente maravillosa. Recuerdo especialmente a una amiga, Ángela Pineda, que siempre se portó muy bien conmigo. La vida nos ha distanciado, pero hace algunos años nos reunimos y recordamos nuestra adolescencia.
Luego, al conocer el ambiente diverso de la rumba, conocí personas que se quedaron en mi vida: Andrés Barriga, Carlos Mario y Lance, entre otros. También aparecieron amistades valiosas como Nestor Camargo, John Figueroa y Abel Mazo, quienes han sido mis amigos durante más de 20 años. En ese proceso, al hacer mi transición, encontré apoyo en grandes amigas como Dana Sultana, Endry y Mahana, mujeres valiosas que me han enseñado mucho.
Cuando pasé por una relación dañina, Endry siempre estuvo a mi lado. Su forma de demostrar afecto puede ser diferente, pero tiene uno de los corazones más hermosos que he conocido. Ella me ayudó en momentos oscuros y felices. Una de sus frases marcó mi vida: cuando comencé en televisión me dijo que si lo hacía, debía ser la mejor.
Cada etapa de mi vida, tiene su banda sonora. Durante mi niñez, adoraba las canciones de Liz y Los Melódicos. Soñaba con tener unas botas por encima de la rodilla como las de Lis. Pasaba los sábados viendo "Sábado Sensacional" y los domingos "Siempre en Domingo" con Raúl Velasco, soñando con bailar como Thalía o Paulina Rubio.
Eran años llenos de sueños e inocencia. Yo, una niña soñadora que bailaba sola, a veces vista por mi tío, que probablemente sonreía ante mis ocurrencias.
Recuerdo que antes de conocer el mundo de la rumba gay y todo ese ambiente, había una canción que me fascinaba: Blue (Da Ba Dee). No sé exactamente quién la cantaba, pero era esa canción de los muñequitos azules y me parecía una locura. Me la gocé por completo.
Luego, cuando empecé a conocer la rumba, ¡wow!, fue deslumbrante. Entrar a bares era todo un descubrimiento para mí. Aunque aún no conocía el ambiente gay, esa canción marcó ese momento de mi vida. Después vino One More Time de Daft Punk, que era lo más sonado en un sitio llamado Zona Franca, muy famoso en la 74 entre Caracas y la 15, aunque ya no existe porque se convirtió en una universidad. Me la gocé muchísimo allí.
Cuando atravesé momentos difíciles, dos artistas estuvieron conmigo: Mónica Naranjo, maravillosa como siempre, y Lady Gaga. Ambas me acompañaron durante ese dolor, y aunque no podría elegir una sola canción, sus voces siempre estuvieron presentes. El álbum que más me marcó de Gaga fue Born This Way, no solo por la canción homónima, sino por la fuerza de todo el álbum. Gaga siempre ha sabido conectar con aquellos que no encajan, y eso me llegó profundamente.
En mis 30, la canción que me acompañó fue Part of Me de Katy Perry, un tema que me inspira a ser fuerte y seguir adelante.
Con todo esto quiero decirle a las mujeres trans que nos hacen falta oportunidades para mostrar de lo que somos capaces. Este es el mundo al que quiero llegar: ser una adulta mayor sabiendo que habrá mujeres trans en todos los espacios: en hospitales, en droguerías, en despachos de abogados, en todas partes. Es importante para nosotras tener visibilidad.
Los gays tienen muchas garantías, las mujeres lesbianas tienen otras garantías, las personas bisexuales tienen sus propias garantías, pero nosotras seguimos estando al final de la cola. Cuando surgen otros géneros e identidades, que son totalmente válidos y hermosos, a veces se sienten como si nos colaran en la fila. Pero seguimos estando al final. Qué belleza sería poder ir al banco y encontrar una cajera que fuera una mujer trans. Lo que necesitamos son oportunidades. Eso es lo que realmente necesitamos.
Ya por último, no pedimos ser comprendidos, pero sí exigimos respeto. No les pido que apoyen mis decisiones, pero sí que las respeten. A los niños les diría que disfruten de su vida. Las mentes dañadas son de los adultos, no de los niños. Los juguetes no tienen género, y la ropa tampoco. Los adultos deben guiar y apoyar a los niños para que puedan ser quienes realmente son.
Al adulto que juzga, le pido que reflexione. No estamos para juzgar, sino para comprender y respetar. Y a quienes aún no encuentran el valor para ser ellos mismos, les diría que busquen esa valentía dentro de su corazón. No hay nada más hermoso que salir con la frente en alto, siendo quienes realmente somos.
Recuerdo una vez en un foro en el que me invitaron, una mamá me dijo que no podía aceptar a su hijo como una hija, y que preferiría tener un hijo muerto antes que uno trans. Fue doloroso escuchar eso. Le dije a la señora: "Hay muchas mamás que están llevando comida a sus hijos que, quizás, mataron a alguien o cometieron otros errores, y no lo abandonan. No sé qué podría sentir una mamá de un hijo trans".
Lo que me enseñaron es que una mamá debe ser incondicional, pero es muy triste ver que muchas mamás no aceptan a sus hijos solo porque son diversos. Es muy doloroso.
Es un mensaje tan lindo y tan importante porque muchas mamás que pueden leer esta historia deben entender la importancia de apoyar a sus hijos, de quererlos, de amarlos y de ayudarlos. No hay nada más frustrante y limitante que ser niño en el colegio. El colegio es importante porque allí se aprende a relacionarse con la gente, pero los niños son crueles, y los adultos también.
Muchos chicos han pasado por situaciones similares y siguen pasando por ellas, y no es justo. No es justo que ocurran más tragedias. Todo nos lleva al mismo punto: el respeto. Cuando se respeta a los demás, todo cambia.
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