Es una historia de amor con Los Ángeles, es mi historia de amor con mis Ángeles. ¿Por qué me enamoré de Los Ángeles? ¿Por qué sirvo a Los Ángeles? Es sobre cómo los Ángeles llegan a mí, cómo hacer esto que nunca antes había sentido.
No me he sentido una persona especial por hablar o sentir y vibrar con Los Ángeles. Yo soy muy de la onda de que todos podemos hacerlo, solamente que no nos abrimos. No es que los Ángeles no te hablen, es que tu mente no se calla. Y como no se calla, entonces no tienes esa recepción de poder sentirlos vibrar y amarlos.
A mí me sucedió cuando era niña, tenía estos dones, talentos y formas. Desde pequeña, escuchaba a las hadas, las veía y jugaba con ellas. Cuando estaba en el kínder, les decía a los niños: "Te leo la mano, pero tráeme una hoja de un árbol." No sé por qué les decía eso, pero lo hacía. Entonces, me traían la hojita y les decía cosas a los niños con esa hojita, y resulta que sí acertaba, pero como era una niña, no entendía completamente. Podía decirles: "Oye, tus papás se van a divorciar y va a pasar esto y esto." Entonces, los niños iban llorando con sus mamás, y los papás venían a la escuela a quejarse, preguntando de dónde sacaba esas cosas. Me mandaban al psicólogo, así que viví con psicólogos porque nunca pudieron entender esa comunicación con mis Ángeles. Mi mamá me decía que no dijera esas cosas, que me iba a quedar sin amigas, que me iban a molestar, que no estuviera hablando de esas cosas en una cultura y educación sin espiritualidad. Así que callé a esa niña y rompí mi conexión con los Ángeles. No quise seguir escuchando porque en la escuela me trataban de loca, decían: "Ahí viene la loca que habla con las paredes, la que te dice cosas, la mentirosa." Todos esos términos me los fui creyendo, por eso llegué a un momento en el que no quería escuchar más a mis Ángeles.
Una vez intenté internarme, fui, pero no me aceptaron. Hasta de ahí me rechazaron, no me agarraron, no me amarraron porque me hicieron todos los estudios y no vieron nada. A los 7 años me hacen los estudios y me dicen que soy epiléptica. Hacen los estudios con la intención de ver por qué podía ver cosas, por qué podía sentir cosas, y decirle a mi amiguito que su papá estaba cuerniando a la mamá. ¿Cómo sabía yo eso? "Ah, pues es que la niña tiene epilepsia". Me aterrizan en esa información a los 7 años. Me dicen, "No vas a poder ser normal, no te vas a poder embarazar, no vas a poder manejar de noche, no puedes andar sola por la vida porque te caes, convulsionas, y pues, donde caigas, pues ojalá que no te pegues en la cabeza y te mates". ¿Verdad? Todas esas información a una niña de 7 años, pues, me la creí. Y entonces, de los 7 a los 29 años, yo convulsionaba. Entonces, esa era la razón por la que yo veía cosas, sentía cosas, y por la que era, pues, la rara o no podía ser una niña normal.
Me drogaron desde los 7 años hasta los 29 años, tomaba una pastilla morada sabor uva que me ponían debajo de la lengua para evitar que los episodios sucedieran. Hay muchos tipos de epilepsia, pero la mía era un engarroto, me empezaba a torcer y cuando ya pasaba el episodio, pues eran unos dolores terribles, un no poder mover del cuerpo, unos dolores de cuerpo muy fuertes, y esos eran mis procesos.
A los 18 años, yo me voy de mi casa como niña rebelde en una posición muy cómoda por parte de mis padres. No me hacía falta nada. Absolutamente, nunca me falta nada, pero en cuestión material, yo, al salirme de mi casa, pues, pues, te das cuenta que la cosa no está tan sencilla, ¿verdad? Y que tienes que pagar luz, y que tienes que pagar renta, y que te tienes que pagar hasta el jabón con el que lavas los platos que no concientizan cuando eres una chamaca. Ahí fue cuando dejé de tomarme la medicina porque no la podía costear.
Ahí me empiezo a dar cuenta que la epilepsia era una forma de llamar la atención de mis padres porque cuando tenían que recogerme a donde me cayera, pues, iban los dos juntos. ¿Y qué le pasó a la niña? ¿Y qué pasó? "Y está bien, ya recojan al bulto. Vámonos", y entonces yo decía, "Oh, ya. Ya me hicieron caso". Mis procesos que ahora veo con mis pacientes de epilepsia, es inmediato ver de quién quieres la atención, y puede ser de tus hijos, puede ser de tu marido, de tus propios padres porque esa niña nunca fue atendida. Entonces, es fuerte la biodecodificación de la epilepsia, pero como tal, no hay algo que diga, "Esta le falta el tornillo, hay que apretárselo", y hay que medicarla, no.
Sé que muchas personas nos conectamos con nuestros Ángeles, pero nos da miedo. Es el miedo a preguntar quién me habla, por qué me habla, es ese sexto sentido que tenemos las mujeres, pero no solo las mujeres, también los hombres.
Aquí viene la historia de cómo comencé a enamorarme, o mejor dicho, cómo comencé a reconectar con los ángeles, por eso se llama "Reconectando Conciencias", porque reconecto con ellos.
Durante mi vida pasé por situaciones muy dolorosas, donde sentí que me moría. Era una niña que no podía hablar ni expresarse porque la juzgaban, no me entendían, pensaban que estaba loca. Llegó un punto donde ni yo misma sabía quién era, después de tantos años escuchando a los demás sobre cómo ser sin realmente darme mi lugar ni escucharme a mí misma. Pasé por abusos sexuales y problemas alimenticios severos, bulimia y anorexia, por muchos años, enfocándome tanto en concursos de belleza y en mi trabajo en la televisión. Comenzó una espiral de cosas y no entendía por qué me sucedían tantas cosas, pero era mi propia energía la que estaba afectada, y por eso venían la culpa, la ansiedad, la falta de amor, todo eso me llevó a un punto donde yo misma generaba todo lo que me pasaba. Hasta llegar a la muerte de mis hijos, donde me volví alcohólica.
A los 29 años tuve un accidente automovilístico. Iba muy alcoholizada, había otra persona conmigo manejando y nos estrellamos horriblemente. La camioneta se volcó y se incendió, incluso el tablero se prendió fuego y terminé quemándome el tobillo. En el momento del impacto, intenté frenar con los tobillos ya que no llevaba puesto el cinturón de seguridad y traté de amortiguar el golpe de esa manera. El paramédico que me llevó al hospital dijo que no volvería a caminar, que mi tobillo estaba destrozado. No sabía qué pensar ni qué hacer, solo tenía en mente que no volvería a caminar. Ahí comenzó toda una lucha para recuperarme; me llevaron al hospital y en cualquier hospital de urgencias te hacen un escáner de todo y sí, tenía los tobillos destrozados.
Había dedicado mi vida completamente al mundo mundano. Me dedicaba a los medios de comunicación, radio, televisión y modelaje; modelé durante muchos años y me encantaba. Pero, escuchar que no volvería a caminar me hacía preguntarme cómo seguir adelante, ya que mi vida dependía de moverme constantemente. No podía quedarme sin caminar.
Cuando estaba en la clínica, caí en un estado de inconsciencia durante 5 días. Fueron días caóticos. Esos días experimenté una historia de amor increíble. En mi estado inconsciente, comencé a escuchar una voz muy fuerte que me decía que dejara de quejarme. Yo pensaba que no podría volver a caminar, que ya no podía soportarlo más, me había convertido en esa víctima patética que todos tenemos dentro, que todo me pasaba a mí, que nadie me quería, que ya no podía más con todo lo que había vivido. Empecé a repasar todo lo que había vivido y esa voz me dijo: "¿Qué puedo hacer por ti? Pídeme tres cosas". Siempre he dicho que seguía alcoholizada porque hoy en día habría pedido otras cosas. Lo primero que pedí fue volver a caminar, no podía quedarme inválida, "Reconstruye mi pie", le dije. Y él respondió: "Listo, ya está, vas a caminar. Quédate tranquila". Yo dije: "Ok, pues ya voy a caminar. La segunda cosa es que, cuando caí en la cuenta, me quedé mirando. Para mí, los Ángeles no son esos tipos musculosos con cuadritos, ¿sabes? No. Un Ángel es una luz tan espectacular, pero tan espectacular que ni siquiera puedes contener su brillo, su luz. Me quedé mirando y para mí, los Ángeles sí tienen alas. Vi unas alas tan espectaculares, unas cosas tan grandes, así de espectaculares, que le dije: 'La segunda cosa que quiero es que me dejes tocar tus alas. Quiero tocar esas alas'. Él dijo: 'Tócalas'. Y cuando empecé a acariciar esas alas, sentí que se activaba algo en mis manos. Sentí que podía sentir, que podía volver a ser yo, que podía depositar en esas alas todo mi dolor, mi culpa, mi arrepentimiento, mi falta de amor propio. Sentí que estaba sanando, que volvía a sentirme como la niña a la que le quitaron todo, que se quedó sin nada, sin un amor, sin una familia".
Y la tercera fue: "Déjame volar. Yo quiero volar. Quiero volar con tus alas. Déjame sentir lo que se siente ser tan espectacular y llevar eso". Me dijo: "Estas alas son muy grandes para ti. Te pondré unas que no te pesen y que no te lastimen porque es demasiado peso". Yo dije: "Bueno, está bien, dale, ponme mis alas". La verdad es que no me gustaron, eran unas alas pequeñas, pero ¿qué más podía hacer? ¿Cómo iba a volar como él? Y comenzó ese viaje de 5 días en el hospital, durante los cuales yo le decía: "Ya no puedo más, de verdad, ya no puedo más. Ha sido demasiado. He vivido cosas que no entiendo, por qué las viví, no sé por qué tenía que ser así, pero ya no puedo más, ya enloquecí. Ya viví el peor dolor que una persona puede sentir, ya se murieron, ya me abusaron, ya no puedo más, ya me mintieron, ya hicieron, ya deshicieron. ¿Qué más me podría pasar?". Pero cometí un error al preguntar "¿Qué más?" porque cuando pides, se te da. Y cuando pides al universo, tienes que saber cómo preguntar al universo. Y cuando dije "¿Qué más me puede pasar?", la voz respondió: "Chínguele, ándale, ¿qué más te puede pasar? ¿Qué quieres?". Y yo quiero sanar, quiero que todo esto se olvide, que cuando despierte, esto no sea un sueño, sino una realidad. "Concedido, ya están tus tres cosas para que esto funcione o sea realidad", dijo la voz. "Pero solamente te voy a pedir una cosa", continuó. "Tienes que servir. Quiero que sirvas en mi grado de conciencia y de ego". Servir no tenía un significado claro para mí, pero como ya me había dicho que iba a dejar de sentir ese dolor tan profundo, dije que sí, en automático, firmé el contrato sin leerlo. "Sí, sí, sí, puedo servir, no hay problema, estoy de acuerdo", dije. Y cuando despierto, tengo a un montón de gente especializada a mi alrededor, preguntando por qué no despertaba. Yo digo, "Si a estos les digo en este momento que estuve estos últimos días hablando con un ángel, pidiéndole cosas que me sanó, un ángel va a decir 'Esta sigue ebria, como la recogimos ebria. Pues, sí, sigue borracha o ya enloqueció'". Y solo pienso en que me van a internar, entonces prefiero quedarme callada. Nadie me iba a creer.
Me trasladan a un mejor hospital o incluso a un lugar donde un especialista iba a reconstruir mi tobillo. Cuando llegó a urgencias, dicen: "¿Qué le vamos a hacer a esta mujer? Viene de Puebla, hay que reconstruirle el tobillo". Me llevan a hacer radiografías y el resultado es sorprendente: el radiólogo dice que mi cuerpo está intacto, como si no hubiera pasado nada. A pesar de eso, insisten en que vengo de Puebla, que tuve un accidente y que tengo los tobillos destrozados y quemados. Después de eso, dicen que mi cuerpo está intacto y me llevan a una habitación.
Al tiempo ya estaba lista para irme, empecé a pedir que me sacaran a repetir que me quería ir. Como era un hospital privado, pues ahí firmas y pagas, ¿verdad? Porque no puedes salirte sin pagar, firmas y te vas. Cuando puse el pie izquierdo fuera de ese hospital, se activó una voz que me ha acompañado desde entonces. Yo siempre les digo: "Pongan su pie izquierdo fuera", aunque es el derecho, no me importa. Esto ocurrió a los 29 años, hace 12 años exactamente en abril, el 7 de abril fue el accidente. Cuando salí de ese hospital, empecé a escuchar la voz diciendo "haz esto, haz aquello", y yo ya no podía estar en paz, no podía ir al cine, no podía ir al supermercado porque me volteaba y la voz seguía hablando. Yo decía: "Cállate, ¿qué te pasa?", pero la voz seguía. Pensaba: "Esta vieja loca", pero la voz seguía regresando, no la loca, sino la que podía ver, sentir, ser. Me di cuenta de que podía hacer telekinesis, que tocando a las personas podía sentir lo que sentían, podía vibrar con la enfermedad que estaban pasando. Me di cuenta de que podía mover las cosas con mis manos, con mis ojos. Se llama telekinesis y no es que seas un extraterrestre, todos podemos hacerlo, simplemente necesitas entrenarte. A mí se me activó.
Empezó realmente la historia, ese enamoramiento y pelea, porque la relación con los Ángeles es un amor-desamor y reconciliación. Me enojo porque de repente digo, "Ya me cansé", porque en un momento estar escuchando la voz todo el tiempo, todo el tiempo, todo el tiempo, ayudas a muchas personas, amas a muchas personas, es un poco agobiante.
Me especialicé en procesos de sangre con personas con cáncer, lupus, leucemia. Estudio la sangre porque puedo verla como un telescopio, puedo sentir y entonces identificar qué es lo que tiene en su sangre. Muchos procesos de sanación con personas enfermas. Eso es uno de muchos de los regalos que los Ángeles me han dado y por los cuales seguiré eternamente enamorada. Al sanar a cada persona, sé que está sanando esa niña. Al poder estructurar y dirigir mis dones y talentos, puedo decir: "Sí, habló con los Ángeles y doy mensajes de los Ángeles", pero cuando puedo hacer algo por la persona que realmente le sume, no estarle adivinando el futuro, que nadie puede hacerlo, los mensajes de los Ángeles son esos, son mensajes. Ellos se comunican a través de plumas, de numerología, de personas que canalizan, verdadera canalización de un oráculo, de poder soltar el oráculo y decir "esto, eso es tu mensaje". Son mensajes que vienen en la Biblia, son mensajes que te dicen, la misma Biblia no está escrita tal cual, pero te da estos mensajes y te enamoras, la verdad es que te enamoras de este proceso. Le he dedicado 12 años de mi vida y es espectacular. Lo seguiría haciendo si me volviera a pasar.
Si me preguntan a los 5 años, decía "regrésenme mi vida, ya no quiero hacer esto, quiero seguir en el desmadre, quiero ser normal, no quiero andar escuchando mensajes, ni viendo a gente, ni sintiendo". Y mucha resistencia, entre más resistencia tú le pones a la vida, la verdad es que la vida te dice: "Ah, no quieres, pues más de esto tenga usted, ah, no puedes, cómo no puedes, tenga usted". Es como soltarte y decir, "ok, ya, ya está, ya entendí, ya entendí que esto es lo que voy a hacer", con mucha resistencia, incluso de mi propia familia. Y cuando les digo resistencia, es que es muy complicado, por ejemplo, tener una pareja y que pueda aceptar este don. Para muchas personas puede ser andar con una rara, entonces yo siempre he dicho: "Yo no soy la rara, el raro eres tú. El raro eres tú, que no hablas con Ángeles, que no escuchas, que no te sientes". Eso sí es algo raro, la rara no soy yo. Y pese a eso, y a base de eso, y sobre eso, siempre voy a preferir a mis Ángeles, que es el verdadero amor, el amor incondicional. Porque es muy fácil decir, "bueno, pues te rechazan, te ven como rara, te ven como la loca." Independientemente de muchas cosas que puedan pensar de ti y sobre todas esas cosas, siempre los elijo, siempre hago esta elección, esté libre albedrío, de decir, sí quiero, sí voy, sí hago, y te encanta, o sea, te van encantando, ellos mismos te van encantando, te van hablando, te van diciendo por dónde.
Yo les reclamo, me enojo. La voz, el nombre que yo le puse a esa voz, fue el arcángel Rafael, que es el médico del cielo. Siempre vi una luz esmeralda, a mí me encantan las esmeraldas, y siempre tomo botellas verdes, y siempre hago como todo verde, todo para mí tiene que ser verde, los árboles verdes. Nunca entendí esa fascinación hasta que él me dictó que nosotros tenemos un ángel por día de nacimiento. Ustedes nacen en un día, y día no es la fecha, porque siempre que les digo "¿qué día naciste?", dicen "el 7 de julio de tal tal tal". No, no, esa es la fecha, ¿qué día naciste? Tú naciste un lunes, un martes, un miércoles, un jueves, un viernes, un sábado, un domingo. Yo nací un jueves. Cuando a mí me dicen los colores y los nombres de los arcángeles por día, el jueves es el arcángel Rafael, es el color verde, es la sanación, dones y talentos de sanar. Tú vienes a esta encarnación con muchos dones en las manos, y todo se va sabiendo, todo va cobrando sentido. ¿Ustedes me dicen, "Ay, a poco no se te hizo todo raro como despertar y tener los pies bien, y que o sea, empieces a hacer esta cosa y después de estar en una pasarela y en una televisora, ahora pues estás sentada escuchando pedos de la gente y viendo qué le pasa y cómo hace, qué dice, que no dice, qué sufre, qué no sufre?". Pues es un cambio que desarmoniza.
El día que a mi me dejo de importar que me tildaran de loca fue el día que me valió madres. Cuando empecé a amarme más, cuando empecé a respetarme, no me respetaba porque el hecho de que yo le dé la atención a una persona que me esté diciendo loca, o que esté diciendo la ofensa que sea y creerme ese papel, es lo que hacemos los humanos. Llegó un día que dije "Bueno, ¿y estás loca?", "Bueno", y realmente, es esto, es lo que quieres, te gusta, y empiezas. Me puse a estudiar muchísimo porque yo estudio mucho, tengo muchísimos libros y me encanta investigar por qué pasa esto, y a ver esta paciente viene con un tumor en la cabeza, cuándo salió ese tumor, irme a tus vidas pasadas, ver toda enfermedad, adicción, todo lo que puedas pasar en tu proceso negativo, tiene una raíz, y me encanta irme a esa raíz, estudiarla y verla hasta que aterrizas.
Cuando me di cuenta del amor que le tengo a lo que amo dejó de importarme todo. De qué me sirve tener estos dones y talentos si no voy a ayudar a la gente, para qué quiero el dinero, para qué quiero los lujos, si no puedo compartirle a una persona que realmente lo requiere, desbloquear esa abundancia, desbloquear, desbloquear su nivel espiritual, y saberse conocer. Volví a enamorarme de mi, empecé a aceptar esa imperfección perfecta y le dije a esa niña “Así estás bien como eres, no estás loca, no necesitas llamar la atención de nadie, te van a amar cómo eres”. Ahí es cuando dices, me quedo aquí, me quedo con el amor de mis ángeles, con mi vibración, me quedo conmigo misma, me quedo en mi.
A lo largo de mi vida intenté quitarme muchas veces la vida, pero nunca lo logré, siempre he dicho que fueron mis ángeles. Siempre me fueron acompañando en esa historia, y diciendo, "Yo no quería escucharlos". Yo estaba en mi relato de, "Ay, pobrecita de mí, cómo me pasó esto a mí, fue por mi culpa, no fue por mi culpa, no me lo merezco, sí me lo merezco" En estos relatos que siempre nos decimos y llenamos como seres humanos. Pero llega un punto donde te das cuenta que sí puedes hacerlo solo. No se puede vivir sin espiritualidad. No puedes estar sin una vida humana. O sea, es una dualidad. Es un yin yang, esto que te une, tu oscuridad y tu luz. Venimos a crecer, a formarnos de una forma equitativa para que entonces puedas salir de eso. La oscuridad te empuja, porque ya estuviste ahí y no quieres regresar. Pero, si te gustó, pues, pues regresas, y, y también del otro lado.
Los Ángeles están ahí para que te des cuenta, que hay algo más, no sólo el dolor, la angustia, y la depresión, o lo que sea. Los Ángeles dicen, "Sólo acéptalo". Y cuando empiezas a aceptar tu historia, y aceptas tus procesos, y aceptas que estás aquí por algo, entonces empiezas a tener un nuevo giro en la vida. Entonces, de pronto, ves cosas. Te vuelves a encontrar, te vuelves a enamorar, te vuelves a emocionar, dejas de sentirte sola. Tienes que entender que todo esto que estás viviendo no es un castigo. Son pruebas. Son pruebas para que puedas crecer. ¿Cómo no te das cuenta que sigues dando vueltas en el mismo lugar?
Volvería a repetir una y mil veces esta historia, no cambiaría absolutamente nada, no podría estar donde estoy hoy, no podría ayudar a las personas como las ayudo, no me hubiera encontrado jamás.
Acá les dejo la canción que me acompañó durante todo este proceso de mi vida..
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