A lo largo de la historia, el cerebro humano ha sido objeto de fascinación por su complejidad y su capacidad para moldear nuestras emociones, comportamientos y decisiones. Sin embargo, cuando introducimos sustancias como el alcohol o las drogas en este intrincado sistema, se desencadena una serie de reacciones que transforman nuestra percepción y funcionamiento a niveles profundos. Mi nombre es Ann Benjamin y soy psiquiatra; hoy vamos a explorar cómo estas sustancias afectan la química cerebral, qué vacíos emocionales intentan llenar y por qué, a pesar de la euforia inicial, sus efectos a menudo conducen a una espiral de dependencia y desequilibrio emocional.
Cuando una persona consume drogas o alcohol, se producen varios cambios en el cerebro a nivel químico y estructural. Estas sustancias alteran el equilibrio natural de los neurotransmisores y afectan la comunicación neuronal.
Las drogas, por ejemplo, dañan la corteza prefrontal, responsable de la toma de decisiones y el control de los impulsos, y el hipocampo, crucial para la memoria. Esto lleva a un mal juicio y falta de memoria. El alcohol también puede inhibir el cerebelo, afectando el equilibrio y la coordinación.
Muchas sustancias secuestran el sistema de recompensa del cerebro, aumentando drásticamente los niveles de dopamina, el neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa. Este aumento repentino crea sentimientos de euforia y refuerza la conducta, incrementando la probabilidad de un consumo repetido que puede llevar a la adicción.
Con el consumo reiterado, se producen cambios estructurales y funcionales en el cerebro:
Comprender estos efectos subraya la importancia de estrategias de prevención, tratamiento y recuperación para quienes enfrentan problemas de consumo de sustancias.
Las drogas y el alcohol alteran la química cerebral, principalmente estimulando la liberación de dopamina. Este neurotransmisor, asociado con el placer y la recompensa, provoca sensaciones intensas de bienestar. Las sustancias también afectan otros neurotransmisores:
Además, estas sustancias reducen las emociones negativas al suprimir regiones cerebrales como la amígdala, vinculada al miedo y al estrés. Sin embargo, estos efectos son temporales y a menudo conducen a tolerancia, dependencia y daños a largo plazo en las regiones cerebrales responsables de la regulación del estado de ánimo.
El consumo de sustancias como una forma de regular emociones suele estar relacionado con la necesidad de aliviar sentimientos negativos o intensificar los positivos. Actúan como un escape temporal del estrés, la ansiedad o el dolor emocional, adormeciendo las emociones o distrayendo de problemas no resueltos.
Las sustancias también se usan como automedicación en casos de ansiedad, depresión o trastorno de estrés postraumático. Las personas con desequilibrios químicos en el cerebro pueden consumirlas para sentirse más "normales". Además, el consumo habitual se refuerza en entornos donde se normaliza esta conducta.
La falta de herramientas emocionales saludables es otro factor. Quienes carecen de estrategias efectivas, como terapia o atención plena, encuentran en las sustancias una vía rápida para regular sus emociones. Sin embargo, estas soluciones temporales suelen empeorar la salud emocional a largo plazo.
El consumo de alcohol o drogas suele estar relacionado con vacíos emocionales como:
Aunque estas sustancias pueden llenar temporalmente estos vacíos, a menudo agravan los problemas subyacentes y generan nuevos desafíos. Encontrar estrategias saludables para abordar estas necesidades emocionales es clave para un bienestar sostenido.
La euforia y la tranquilidad que producen el alcohol y las drogas desaparecen rápidamente porque estas sustancias alteran el equilibrio natural de los neurotransmisores del cerebro. Inicialmente, provocan una gran liberación de dopamina, generando felicidad o relajación. Pero al desvanecerse los efectos, los niveles de dopamina caen, dejando a la persona ansiosa, triste o irritable mientras el cerebro intenta recuperar su equilibrio.
Con el consumo repetido, el cerebro se vuelve menos eficiente en regular su estado de ánimo, intensificando la ansiedad y la depresión. Esto perpetúa un ciclo en el que la persona recurre nuevamente a las sustancias, profundizando el desequilibrio emocional.
Existen muchas estrategias para encontrar la paz y la felicidad de manera saludable:
Incorporar estas herramientas fomenta la resiliencia emocional y promueve un bienestar duradero sin necesidad de recurrir a sustancias.
Si sientes que necesitas sustancias como el alcohol o las drogas para encontrar paz o felicidad, recuerda que no estás solo y que existen alternativas más saludables y duraderas. Aunque estas sustancias pueden ofrecer un alivio temporal, su efecto es efímero y puede empeorar tus emociones a largo plazo.
Pedir ayuda es un acto de valentía. La terapia, el apoyo social y la adopción de estrategias saludables pueden ayudarte a superar estos desafíos. Mereces sentir paz y felicidad de una manera sostenible, y con tiempo y apoyo, es posible encontrar caminos más positivos hacia tu bienestar emocional. Si te quedo alguna duda o quisieras más información, me puedes encontrar en Instagram como @draannbenjamin
Portada: Rdne
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Ann Margaret Benjamin Decena
Psiquiatra/Terapeuta sexual y de pareja.
Egresada de la Universidad de INTEC, donde en el año 2009 obtiene el título de Médico General. Posteriormente graduada en el año 2015 del Hospital Psiquiatrico padre Billini, donde es preparada como como Psiquitra, luego realiza una maestría en Terapia sexual y de pareja en el Instituto se sexualidad humana de la UASD”.
Diplomado en programación neurolinguistica(2020)
Actualmente está realizando un post grado en psicología bariatrica, Obesity Academy.
• Miembro activo del colegio dominicano de psquiatria.
• Miembro activo del colegio dominicano de psicofarmcologia.
-Miembro activo del colegio médico dominicano.