“No puedes evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí puedes evitar que anide en tu cabellera” —este es uno de mis proverbios chinos favoritos. A lo largo de nuestra crianza y adultez, hemos escuchado frases como “no exageres”, “no llores” o “pero tú eres fuerte”. Son expresiones que, lamentablemente, repetimos a otras personas al menos una vez, ya que vivimos en una cultura que prioriza la búsqueda del bienestar. Esta cultura a menudo se horroriza ante cualquier emoción que se perciba como opuesta a la felicidad, llegando a etiquetar de “negativas” a todas aquellas donde no se experimente dicha o placer. Mi nombre es Paulina Sánchez Cortés, soy psicóloga y hoy vamos a hablar sobre esta invalidación de emociones y cómo manejarla.
Por ello, es común invalidar las emociones que no coinciden con la felicidad. Rechazar nuestro propio dolor se ha vuelto más normal de lo que debería, al punto de extender este rechazo hacia el dolor ajeno. Sin embargo, el hecho de que esto sea una práctica normalizada no significa que sea saludable. Aprender a vivir con todas nuestras emociones, entendiendo que tenemos el derecho a sentirlas, debería ser una prioridad.
¿Pero es la tristeza tan mala?
Definitivamente no. Cada emoción cumple una función necesaria para la vida y el desarrollo humano. La tristeza, por ejemplo, reduce la actividad y disminuye la atención en el mundo externo, focalizándola en el mundo interno. Esto favorece el autoexamen, la reflexión y el análisis necesarios tras una pérdida o fracaso.
Desde pequeños, a veces se nos enseña a invalidar esta emoción, con la idea de demostrar que la vida continúa y que el dolor o la tristeza no deben detenernos. Aunque puede parecer un enfoque bienintencionado, este tipo de invalidación a largo plazo lleva a que esos niños se unan al grupo de adultos que no se permiten ser vulnerables o mostrar debilidad. Habrá fuerza, por supuesto, pero ¿a costa de qué?
Cuando invalidamos nuestras propias emociones, estamos ante un fenómeno conocido como autoinvalidación. En este caso, las personas emocionalmente vulnerables reprimen su necesidad de sentir debido a la carga negativa que se ha asociado a ciertas emociones. Algunas preguntas que podemos hacernos para identificar si esto nos sucede son:
Tener el hábito de autoinvalidarse durante mucho tiempo hace que el cerebro lo interprete como un aprendizaje determinante, lo que puede ser difícil de modificar, pero no imposible. Podemos empezar por cuestionarnos: ¿Cuál podría ser el objetivo de la emoción que estoy sintiendo?
Dado que cada emoción tiene su propia razón y causa, sin importar cuál sea, debería ser validada. Esto implica realizar una introspección para encontrar un sentido a la causa de la emoción y, posteriormente, buscar una solución o aprendizaje.
No deberíamos ser tan duros con nosotros mismos. Aunque cierto nivel de autocrítica es saludable, aumentarla demasiado puede ser contraproducente. Enfocarnos en temas como el amor propio, el autocuidado y sentirse bien consigo mismo son herramientas fundamentales para combatir la autoinvalidación.
Si no puedes lidiar con la autoinvalidación, consultar a un terapeuta profesional puede ser de gran ayuda. A través de sesiones de formación, un terapeuta puede ayudarte a comprender por qué ocurre y cómo mejorar.
¿Cómo podemos ayudar a otras personas a no invalidar sus propias emociones?
Para ayudar a otros a no invalidar sus emociones, es fundamental mostrarles que todos los sentimientos son válidos, sin importar si se consideran “positivos” o “negativos”. Sentir una emoción tiene un motivo, y encontrarlo permitirá experimentarla sin culpa, miedo o vergüenza, otorgándose la oportunidad de sentir algo que siempre ha sido propio, independientemente de lo que se les haya dicho en el pasado.
¿Crees que validas tus emociones?
La validación emocional es un proceso de aprendizaje, entendimiento y aceptación de la experiencia emocional de otro individuo o de uno mismo. Algunas bases que pueden ayudar a un primer encuentro con alguien que notamos que se invalida son:
Validar nuestras emociones y las de otros es un proceso que puede transformar nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. Si te quedo alguna duda o quisieras más información, me puedes encontrar en Instagram como @scp.psicologa
Portada: Liza Summer
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