Impulsividad al límite: Cómo recuperar el control sin perder tu esencia

Impulsividad al límite: Cómo recuperar el control sin perder tu esencia

Por: Deborah Bellota

La impulsividad es un rasgo de la personalidad que puede estar presente en distintos grados en cada individuo. Desde una perspectiva psicoanalítica, se entiende como la expresión de un conflicto psíquico entre el deseo y el deber. Este conflicto se origina cuando la persona no logra lidiar de manera eficaz con estas dos fuerzas, generando respuestas impulsivas que pueden traer consecuencias negativas en distintos ámbitos de su vida. Soy Deborah Bellota y soy psicóloga. Hoy exploraremos si la impulsividad es un instinto o si lo desarrollamos y cómo manejarlo. 

 

En el psicoanálisis, el deseo está relacionado con el ello, que representa nuestras pulsiones y deseos inconscientes. Por otro lado, el "debo o no debo" está vinculado con el superyó, que representa las normas, mandatos culturales y valores impuestos por la sociedad y la crianza. Un superyó demasiado rígido o poco desarrollado puede dificultar la regulación de la impulsividad, haciendo que la persona actúe sin pensar en las consecuencias.

Sigmund Freud afirmaba que "la vida anímica es un campo de batalla entre el principio del placer y el principio de realidad". Esta frase ilustra cómo la impulsividad surge cuando el principio del placer (búsqueda de satisfacción inmediata) domina al principio de realidad (capacidad de postergar la gratificación en función de normas y consecuencias). Cuando una persona enfrenta un deseo y no logra regularlo de manera adecuada, la impulsividad emerge como una respuesta inmediata y poco reflexionada. Por ejemplo, en un momento de enojo intenso, alguien puede gritar o actuar de manera descontrolada sin considerar el impacto de su acción en sus relaciones interpersonales.

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Acá te dejo algunos factores que contribuyen a la impulsividad: 

  1. Falta de Regulación Emocional en la Infancia: La capacidad para gestionar las emociones se desarrolla en la infancia a través del vínculo con los cuidadores. Si un niño no recibe estrategias adecuadas para manejar sus emociones, puede desarrollar dificultades para regular sus impulsos en la adultez.
  2. Fallas en la Simbolización: Cuando una persona no logra procesar sus emociones de manera simbólica (pensarlas, analizarlas, reflexionarlas), estas pueden manifestarse en actos impulsivos. La falta de introspección y el no poder dar significado a lo que se siente generan una tendencia a reaccionar automáticamente.
  3. Patrones Repetitivos de la Infancia: La impulsividad también puede ser el resultado de patrones aprendidos en la infancia. Si en la niñez se experimentaron situaciones de frustración o falta de regulación afectiva, es probable que en la adultez se repitan estas mismas respuestas impulsivas ante situaciones de estrés.

Si bien el ser humano nace con una estructura pulsional que busca constantemente la satisfacción de sus deseos, la regulación de estos impulsos depende del desarrollo psíquico y del entorno. Un ambiente con fallas en la contención emocional o con exigencias extremas puede generar respuestas impulsivas como mecanismo de defensa ante situaciones angustiosas.

Aprender a postergar la gratificación inmediata y gestionar los impulsos es un proceso que se construye desde la infancia y se refuerza en la adultez a través de la introspección y el trabajo emocional.

La impulsividad puede generar un impacto significativo en diversos aspectos de la vida de una persona. En las relaciones personales, puede provocar conflictos recurrentes, dificultad para mantener vínculos a largo plazo y sentimientos de culpa o vergüenza después de haber actuado impulsivamente. En el ámbito profesional, puede derivar en decisiones apresuradas, errores por falta de reflexión y dificultades para mantener la estabilidad en el trabajo debido a la falta de autorregulación.

Para gestionar la impulsividad, es clave desarrollar estrategias que permitan mayor control y reflexión antes de actuar. Algunas técnicas efectivas incluyen:

  1. Desarrollar Mayor Capacidad Reflexiva:
    • Cuestionar los impulsos antes de actuar.
    • Analizar patrones de comportamiento repetitivos.
    • Explorar conflictos inconscientes que llevan a la acción impulsiva.
  2. Técnicas Terapéuticas:
    • Asociación libre en terapia.
    • Análisis de sueños y de patrones de pensamiento-emoción-acción.
    • Terapia cognitivo-conductual para modificar respuestas impulsivas.
  3. Consejos para Tomar Decisiones Más Reflexivas:
    • Verbalizar antes de actuar: Expresar en palabras lo que se siente (hablar en voz alta, escribir o compartir con alguien de confianza).
    • Darse tiempo: Postergar la respuesta para evitar reaccionar en caliente.
    • Explorar la raíz emocional: Identificar qué emoción primaria está impulsando la acción (enojo, miedo, tristeza).

En ciertos contextos, la impulsividad puede ser positiva. En actividades creativas como la pintura, la danza o la escritura, puede facilitar la espontaneidad y la expresión emocional. Además, en situaciones que requieren respuestas rápidas, la impulsividad puede ser una ventaja. Sin embargo, cuando domina el comportamiento, se vuelve desadaptativa y puede generar patrones de error recurrentes.

La impulsividad no es solo un rasgo de la personalidad, sino un reflejo de la estructura psíquica y de la historia emocional de cada individuo. Si bien puede tener beneficios en algunos contextos, su falta de regulación puede generar consecuencias negativas en las relaciones y en la vida profesional. El trabajo terapéutico y la introspección pueden ayudar a desarrollar una mejor gestión emocional, permitiendo respuestas más conscientes y equilibradas frente a los desafíos cotidianos. Si te quedo alguna duda o quisieras más información, me puedes encontrar en Instagram como  @maternidad_crianza_familia


 

 

Portada: Diana

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