Todos llevamos dentro de nosotros a nuestro niño interior, una parte de nuestro ser que guarda recuerdos, necesidades insatisfechas, experiencias emocionales tempranas y creencias internalizadas. Sin embargo, cuanto más desconectados estamos de nosotros mismos, más lejos estamos de nuestro niño interior y más probabilidades hay de que experimentemos desbordes emocionales en nuestra vida adulta. Las rabietas, la procrastinación, la pasividad-agresividad o la abierta agresividad, y la victimización son solo algunas de las manifestaciones de esta desconexión. Mi nombre es Elizabeth Salvatierra, soy coach informada en trauma; y hoy vengo a contarte todo sobre sanar el niño interior que llevamos.
El niño interior puede albergar una herida de abandono, ya sea real o percibida, lo que puede llevar a la codependencia en la edad adulta, a sentirse indigno de ser amado y a tener dificultades para establecer relaciones maduras y saludables. Tal vez haya experimentado el rechazo y, como resultado, se haya vuelto invisible, evitando ocupar espacio y sintiéndose una molestia para los demás. También es posible que haya sido humillado por uno o ambos progenitores, lo que podría haber dado lugar a convertirse en un adulto controlador, con baja autoestima y vergüenza de sí mismo.
Otra causa común de heridas en el niño interior es la traición por parte de uno de los progenitores, generalmente del sexo opuesto. En este caso, el niño interior se esforzará por complacer a ese progenitor, pero las expectativas nunca se cumplen y siempre se siente insuficiente. Como resultado, el niño interior puede comenzar a mentir, exagerar y tener dificultades para mostrarse vulnerable o confiar en los demás.
También es posible que el niño haya sentido que era constantemente juzgado por un padre o una madre fríos, conservadores y críticos, lo que podría haber dado lugar a convertirse en un adulto rígido, perfeccionista, controlador y ordenado. Este adulto puede ocultar una gran ira subyacente y percibir su comportamiento como justo, sin darse cuenta de la frialdad que los demás perciben en él.
Para comenzar el proceso de sanación, es fundamental reconocer esta parte de nosotros mismos. Debemos tener el coraje de convertirnos en observadores neutrales de nuestras reacciones automáticas y elecciones, y luego practicar la aceptación y la autocompasión.
Una forma de hacerlo es a través de la práctica de la validación del niño interior. Podemos decir frases como: "Te veo", "Entiendo que te sientas abrumado", "Siento que tienes miedo" o "Puedo ver que esta persona te despierta una alarma debido a experiencias de nuestro pasado". Al validar y reconocer las emociones y las necesidades del niño interior, comenzamos a establecer una conexión y a construir un puente hacia la sanación.
Durante nuestra infancia, se forma nuestra mente subconsciente, aprendemos a procesar emociones, a relacionarnos con los demás y a establecer límites. Idealmente, nuestros padres deberían haber tenido herramientas de gestión emocional y habernos validado, acompañándonos en nuestras transiciones y cuidando de nuestro sueño, alimentación y cuidado del cuerpo. Desafortunadamente, esto no siempre es lo que ocurre, ya que muchos de nosotros hemos tenido padres emocionalmente inmaduros.
Podemos visitar a nuestro niño interior a través de simples meditaciones. Podemos imaginar que entramos en nuestra habitación de la infancia, nos acercamos a nuestro niño interior y le damos un abrazo. Nuestro niño interior se siente seguro con nosotros. Luego, susurramos al oído de nuestro niño interior: "¿Qué necesitas hoy de mí?" y prestamos atención a la respuesta.
El niño interior se manifiesta en nosotros cuando sentimos miedo, cuando nos reímos a carcajadas y cuando nos damos cariño, abrazos y cuidados. Sanamos a nuestro niño interior cuando cumplimos pequeñas promesas diarias, cuando hacemos más de aquello que nos hace sentir bien y cuando nos tratamos a nosotros mismos de la manera en que nos hubiera gustado ser tratados. Para lograrlo, es importante tener paciencia, disciplina y priorizar la alegría y el autocuidado en nuestra vida.
Trabajar en la sanación de nuestro niño interior nos permite sentirnos seguros dentro de nosotros mismos. Nos ayuda a desbloquear nuestros dones naturales, a alinearnos con nuestros valores, a despertar nuestra curiosidad interna y a acercarnos a los demás de una manera más auténtica, genuina y saludable.
¿Sientes que tienes traumas de la infancia sin resolver?
En definitiva, el viaje de sanar a nuestro niño interior es un camino de autoexploración, compasión y crecimiento personal. Al conectarnos con nuestra esencia más profunda y honrar las necesidades y emociones de nuestro niño interior, podemos experimentar una transformación profunda y descubrir una mayor plenitud en nuestra vida adulta. Si te quedo alguna duda o quisieras una asesoría, me puedes encontrar en Instagram como @infanciasconscientes
Portada: Jasmin Chew
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Elizabeth Salvatierra es la Fundadora de Infancias Conscientes, una plataforma de educación emocional online, comprometida con el desarrollo personal, autoconocimiento y procesos transformacionales profundospara la superación del trauma intergeneracional. Estudió Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), se formó como Coach Ontológico y se certificó en Trauma.
Su especialidad son las técnicas de autorregulación con soporte en la evidencia científica.
Su propósito de vida, aunque ambicioso, es profundamente inspirador: cambiar el mundo desde la crianza.